sábado, 16 de febrero de 2008

Gas, ski and influenza

El fin de semana justo después de mi cumpleaños (15 y 16 de febrero) nos fuimos a esquiar con unos amigos a Mount Snow, en el estado de Vermont (se dice Vermón), al norte de Nueva York. Vermont es famoso por sus paisajes, sus estaciones de esquí, sus vacas y los helados Ben&Jerry's. Salimos en coche el viernes a las siete de la tarde, con música country y Surfin' USA de los Beach Boys, con intención de llegar a la Posada del Roble Rojo (Red Oak Inn) no más tarde de las once de la noche. Nuestra única guía, unas instrucciones de Google Maps porque ¿cómo nos vamos a perder en Vermont? Seis horas más tarde, tras pasar Albany, nos equivocamos en un desvío. 

Poco después, nos encontramos en un pueblo desconocido que no aparecía en nuestra notas. Es la una de la mañana, el depósito de gasolina en la reserva desde hacía veinte minutos, -10 C en el exterior y ninguna gasolinera a la vista. Todas las casas, de madera, individuales, con una bandera americana ondeando en el porche, cerradas a cal y canto. Alguien hace una broma sobre cómo nos recibirían, rifle en mano, si llamamos a la puerta. Las risas son un poco forzadas, nerviosas. Al fin vemos una gasolinera. En la caseta un hombre limpia el suelo con una mopa, a este lado del Atlántico no han descubierto la fregona. Salimos del coche y nos acercamos. El hombre tiene un acento muy cerrado y apenas nos conseguimos hacer entender, ni siquiera Joe, súbdito de Su Majestad Británica. La gasolinera está cerrada, él solamente es el cleaner, tenemos que volver sobre nuestros pasos. Benington, el pueblo anterior está a 15 millas, es probable que no nos llegue la gasolina. Nos montamos en el coche y damos media vuelta. Quitamos la calefacción y tratamos de conducir sin pasar de 2.000 rpm. A la salida del pueblo hay una cuesta arriba de varias millas. Si conseguimos llegar al puerto, el resto es una suave bajada. A la una y media de la mañana entramos en Benington. La primera gasolinera está cerrada pero el pueblo es bastante grande, tiene que haber otras. Pasamos dos más, cerradas. Finalmente, en la avenida central del pueblo, encontramos una gasolinera abierta 24 horas. Media hora más tarde aparcamos el coche junto a la Posada del Roble Rojo y llegamos a la puerta por un sendero con paredes de un metro de nieve a cada lado. 

Además de la aventura de la gasolina, el fin de semana estuvo muy bien. Llevaba sin esquiar desde que me rompí los ligamentos por primera vez en Sierra Nevada en 1998.... ¡¡10 años!! Para mi propia tranquilidad y la de mis más allegados, me había comprado una rodillera supercalifragilística que prácticamente me garantizaba romperme cualquier otra parte del cuerpo antes que la rodilla. Además, decidí hacer snowboard en vez de esquí, porque me daba miedo que cada pie pudiese querer ir a un sitio diferente. El resultado al final del fin de semana fue perfecto: una rodilla incólume y un importante dolor de posaderas. Es bastante más rápido aprender snowboard que aprender a esquiar y, si ya sabes esquiar, todavía mejor. El domingo, un día después de haber empezado, ya era capaz de encadenar varios giros antes de dar con mis huesos en la nieve. Lo que no pudo evitar la rodillera es que me atacara la gripe el domingo cuando volvíamos. Por aquí la gripe no se anda con tonterías: 40 C de fiebre, dolor en todos los músculos del cuerpo, atasco nasal, etc. etc. Cuatro días después volví a clase y diez días después estoy casi recuperado. 
 

 




El momento final del video es un buen resumen del fin de semana...

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