sábado, 23 de agosto de 2008

Bangladesh 1: La llegada

Después de las duras críticas recibidas por publicar mis aventuras congoleñas con dos meses de retraso y con la fecha cambiada (tengo lectores muy exigentes...; ), voy a intentar contaros como me va por Bangladesh mientras estoy por aquí. La razón del viaje: estoy haciendo un pequeño proyecto de consultoría para Grameen Shakti, una empresa especializada en energía sostenible rural que forma parte del conglomerado de Grameen Bank, el banco de microcréditos fundado por Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz en el año 2006. 
 
El miércoles por la noche salí de Nueva York con dirección a Dubai en un flamante A-380, el superjumbo que tantos quebraderos de cabeza le ha costado a Airbus. Por dentro, no parece tan diferente a otros aviones de largo recorrido, siempre que te olvides de que tiene un piso completo encima. Tras doce horas en la troposfera, tres películas (No Country for Old Men y Iron Man: Bien; 10 000 BC: Muy mala) y un par de cabezadas largas, llegamos a Dubai donde me esperaban seis horas de espera. No pude salir a ver la ciudad así que me dediqué a pasear por el gigantesco centro comercial con pistas y aviones que en Dubai llaman aeropuerto (el duty-free tiene más cajeras que un Carrefour), a dormirme por las esquinas y a perder y volver a encontrar mi maleta cuando tras diez minutos de paseo me di cuenta de que me "faltaba algo". 
 
Tras cuatro horas más de avión y dos cambios de presión más, que junto con el constipado con el que salí de Nueva York me acabaron de taponar de manera permanente los oídos, llegué por fin a Dhaka medio sordo, medio dormido y medio atontao. Y encima me quedaban por delante otras doce horas despierto (hasta un total de 48 sin probar una cama) porque llegaba a Dhaka por la mañana y meterme a dormir me podía condenar a una semana de jet-lag. El aeropuerto de Dhaka, después de estar en Kinshasa hace tres meses, me impresionó: salimos del avión por un finger y la terminal estaba llena de anuncios de bancos, empresas de móviles y oficinas de cambio. Desde luego se parecía más a la Terminal 1 de Barajas que al N'Djili International Airport de Kinshasa. 
 
Tras hacer la cola de los pasaportes junto con los trabajadores bengalíes que volvían de Dubai con grandes bolsas del duty-free, salí del aeropuerto. La imagen fuera se parecía más a lo que me estaba esperando. Bajo un calor y una humedad sofocantes, cientos de personas se agolpaban contra las rejas que separaban la entrada del aeropuerto del exterior. Allí me estaba esperando el transporte del hotel y tras media hora de zigzagueo entre autobuses, taxis de tres ruedas y rickshaws a pedales llegamos al hotel. En la habitación, el aire acondicionado a todo trapo y la tele encendida con una película seguramente de Bollywood (Bombay), o puede que de Dollywood (Dhaka). A pesar de la sobreactuación, el inteligente uso del zoom, los bigotes, el flequillo del general y el juez, que es clavadito a Antonio Ozores, no me enteré de mucho. Os lo dejo a vosotros, a ver si os enteráis de algo. 
 

 
A pesar del interés de la película y de la tentación de echarme a dormir, me cogí la cámara de fotos y la Lonely Planet y salí a la calle. Paré a un taxi de tres ruedas y tras probar dos o tres nombres de sitios en la Dhaka Vieja, conseguí hacerme entender. En las ocho horas siguientes no vi a un sólo extranjero y disfruté/sufrí la experiencia turística más auténtica de mi vida. Mañana os lo cuento. 
 

3 comentarios:

Jara Silberia dijo...

Cuéntanos... que vas con retraso. Un abrazo

Anónimo dijo...

jejejeje es Ozores en moreno, me parto. Tenia pinta de ser un peliculón

Anónimo dijo...

no firmes cueques que no puedes pagar.... ya han pasado 2 dias, asi que cuenta ya que hiciste!!!!